Este programa, ejecutado en convenio entre Méderi y Fundalectura, abarca la adquisición, organización, conservación y suministro de materiales y servicios bibliotecarios que pueden, conforme a las necesidades de cada paciente, contribuir a la atención integral para su recuperación, dar seguridad y alivio a su pérdida de autonomía, contribuir al mejoramiento de su rendimiento cognitivo y funcional, evitar la desconexión del entorno y fortalecer las relaciones sociales.

La función principal de “Leer para sanar” radica en la posibilidad de facilitar libros de distintas temáticas a pacientes y visitantes para que su estadía en nuestros hospitales sea más confortable, amena y provechosa.

Inicialmente “Leer para sanar” va dirigido a los pacientes que se encuentran en los pisos de hospitalización de los hospitales Méderi. En cada sede se ha estructurado un espacio para el almacenamiento del material y se capacitó a tres promotores (dos para el Hospital Universitario Mayor y uno para el Hospital Universitario de Barrios Unidos) quienes se desplazarán por los pisos ofreciendo a pacientes y familiares la posibilidad de un acompañamiento a través de un libro.

28 septiembre 2012

En Méderi todos leen

Hospital Universitario Mayor

Promotor de lectura: Andrés Monroy




A los colaboradores de Méderi les encanta acercarse todos los días para disfrutar de la lectura. Algunos son amigos frecuentes, como José y Beatriz, que trabajan como Ángeles Custodios, y que aprovechan todos los meses del programa Libro al viento, de la Secretaria de Educación y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá. La oferta de libros que se publican en este programa es tan amplía que hay para todos los gustos.

El viernes, por ejemplo me encontré a José de camino a la unidad de Cuidados Coronarios, y me contó que le había gustado “Cartilla Moral” del escritor mexicano Alfonso Reyes, porque “son una serie de ensayos, muy interesantes, con citas de diversos autores”.

Por otro lado, a algunas colaboradoras les gusta que les lean en voz alta, en un minuto de pausa durante su trabajo. Fue así como un día mientras pasaba con el carro portalibros escuché “A mi me gustaría poder leer”, que expresó doña Marlen, quien trabaja en la importante labor de mantener limpia cada habitación, baño y pasillo del hospital. 

No pude evitar detenerme e invitarla a ella y a su compañera, doña Isabel, para disfrutar del  cuento “La piedra” de León Tolstoi, que se encuentra en la antología “Fabulas y moralejas”. La lectura fue muy breve, pero nos dio pie para intercambiar ideas, preguntas, y lo más importante, para estrechar lazos laborales, y acercarnos en el amor por los libros.



21 septiembre 2012

Encuentro de un libro anhelado


Hospital Universitario Mayor

Promotor de lectura: Andrés Monroy


Siempre hay una historia que quisimos leer. A veces la buscamos sin resultado, y en el momento menos pensado, aparece para acompañarnos y habitar en nuestro corazón.


Don Antonio, siempre quiso leer el primer discurso de Gabriel García Márquez, y su deseo se realizó en el Hospital Universitario Mayor de Méderi, mientras se recuperaba en el quinto piso. 

Don Antonio leyó “Yo no vine a decir un discurso”. Al final de la tarde expresó agradecido: “Me deleite mucho al leer este libro”.  Estas son las palabras de un lector que valora el hallazgo de un tesoro.

 Tomada de www.elresumen.com

Un viaje papero en el hospital


Promotor de Lectura: Neidy Torres

Hospital Universitario Mayor

¿Quién dijo Kartofel?

Un recorrido por la papa sus curiosidades e historia es lo que nos muestra este grandioso libro que además de entretener enseña sobre un alimento más que emblemático de nuestra tierra y aprender sobre ella es un viaje a nuestras raíces, nuestros campesinos y nuestros hábitos alimenticios,  ya que si con el arroz hay comida, con la papa uno queda lleno, y esta al igual que el arroz no puede faltar en la mesa de- por lo menos-un colombiano de la región Andina.

A estas y otras reflexiones llegamos con la señora Rubertina acompañante del paciente de uno de los pacientes del octavo piso, quien además de los curiosos datos empezó a recordar su infancia campesina en Boyacá donde la pobreza y el hambre agobiaban, contaba que en sus tiempos el cultivo de papa no era tan abundante y se demoraba muchísimo por las plagas ya que el único abono era el natural, la boñiga de las ovejas, y no era tan efectivo; por tal motivo dentro de su menú de alimentos le toco incluir una especie de papa silvestre que crecía a orillas de la quebrada que quedaba cerca de su casa, la cual era muy picante y ¡AMARGA! Y con la cual a veces se hacían triquiñuelas con sus amigos, la cual le llamaban Chavas o Libias, esta papa chiquita y rojita, era la que mermaba el hambre en tiempos difíciles; hasta que por fin llego el abono “más o menos para el 45”-contaba ella-, un abono Blanco el cual ayudo a mantener las cosechas y disminuir el hambre en su vereda y su familia.

Fue de este modo como el hospital para doña Rubertina se convirtió en el campo verde y enorme de su Boyacá, donde en un viaje de treinta paginas revivió su niñez y la cantidad de maromas que tenía que hacer cuando el hambre afanaba, y es de este modo, que se cumple la labor en el Hospital, en donde por medio de un libro se llenan de magia las habitaciones y se recuerda con felicidad o nostalgia que “todo tiempo pasado, aunque difícil, fue mejor”.

¿Quién dijo Kartofel?
Blanca Strepponi, Editorial Magenta

14 septiembre 2012

Una mañana de poesía

Promotor de lectura: Neidy Torres

Hospital Universitario Mayor


Una mañana, que no puede ser como todas las mañanas, pues estando en el hospital ninguna mañana es la misma, ya que cada piso es diferente,  no solo por su estructura o el personal,  sino también por los pacientes;  pero esta mañana es diferente de todas, ya que en una de las habitaciones del sexto piso había un poeta, pero no un vago poeta, sino un poeta que se hizo con los años y que además de poeta tenía una cualidad mas, era la de ser un músico, un músico experimentado al que la educación y la experiencia lo habían formado y llevado a ser un MAESTRO, un maestro con mayúscula pues ya era muy reconocido en su academia y en el mundo del arte y no solo conocido sino respetado por su capacidad para crear y para enseñar.

Este MAESTRO es Don Alvaro , quien por medio de Silva me mostro a Rafael de Leon un poeta Español, para él, el mejor poeta y el menos conocido, con una declamación profunda que traspaso mi cuerpo y a sentir sensaciones inexplicables, ya que con un realismo y una voz efusiva mostro que sus años dedicados al arte no han pasado en vano ya que en media hora me traspaso su pasión a la poesía, la piel se me puso de tal manera ya que no se sabía quien hablaba si el poeta a través de él o el mismo.

Una mañana, que no puede ser como todas las mañanas, pues estando en el hospital ninguna mañana es la misma, ya que cada piso es diferente,  no solo por su estructura o el personal,  sino también por los pacientes;  pero esta mañana es diferente de todas, ya que en una de las habitaciones del sexto piso había un poeta, pero no un vago poeta, sino un poeta que se hizo con los años y que además de poeta tenía una cualidad mas, era la de ser un músico, un músico experimentado al que la educación y la experiencia lo habían formado y llevado a ser un MAESTRO, un maestro con mayúscula pues ya era muy reconocido en su academia y en el mundo del arte y no solo conocido sino respetado por su capacidad para crear y para enseñar. 


Además de mostrar su amor y adoración a ese “ángel que camina” y que incesantemente lo acompaña, su esposa. Esta mañana además de recibir una gran lección de poesía recibí una lección de vida y dedicación, de mostrar que somos lo que hacemos, pero lo que hacemos con pasión y obviamente les regalare la poesía que declamo aquella mañana lo que no les puedo regalar es la vos, la pasión, los movimientos y la calidez humana que me transmitió Don Alvaro quien ya sentía que los años lo estaban amarrando y lo estaban alejando de su gran pasión, pero sin más rodeo para ustedes 

PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR

Mira cómo se me pone 
la piel cuando te recuerdo.
Por la garganta me sube 
un río de sangre fresco 
de la herida que atraviesa 
de parte a parte mi cuerpo. 
Tengo clavos en las manos 
y cuchillos en los dedos 
y en mi sien una corona 
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone 
la piel cada vez que me acuerdo 
que soy un hombre casado 
y sin embargo, te quiero.
Entre tu casa y mi casa 
hay un muro de silencio, 
de ortigas y de chumberas, 
de cal, de arena, de viento, 
de madreselvas oscuras 
y de vidrios en acecho. 
Un muro para que nunca 
lo pueda saltar el pueblo 
que anda rondando la llave 
que guarda nuestro secreto. 
¡Y yo sé bien que me quieres! 
¡Y tú sabes que te quiero! 
Y lo sabemos los dos 
y nadie puede saberlo.
¡Ay, pena, penita, pena 
de nuestro amor en silencio! 
¡Ay, qué alegría, alegría, 
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas 
me quedo con tu recuerdo 
derribaría la pared 
que separa nuestro sueño, 
rompería con mis manos 
de tu cancela los hierros, 
con tal de verme a tu vera, 
tormento de mis tormentos, 
y te estaría besando 
hasta quitarte el aliento. 
Y luego, qué se me daba 
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, qué alegría y qué pena 
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía, 
luto, angustia, llanto, miedo, 
muerte, pena, sangre, vida, 
luna, rosa, sol y viento. 
Es morirse a cada paso 
y seguir viviendo luego 
con una espada de punta 
siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo 
sólo con tu pensamiento, 
para acariciar a solas 
la tela de aquel pañuelo 
que se te cayó un domingo 
cuando venías del pueblo 
y que no te he dicho nunca, 
mi vida, que yo lo tengo. 
Y lo estrujo entre mis manos 
lo mismo que un limón nuevo, 
y miro tus iniciales 
y las repito en silencio 
para que ni el campo sepa 
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva, 
—vida, no vuelvas a hacerlo— 
te vi besar a mi niño, 
a mi niño el más pequeño, 
y cómo lo besarías 
—¡ay, Virgen de los Remedios!— 
que fue la primera vez 
que a mí me distes un beso. 
Llegué corriendo a mi casa, 
alcé mi niño del suelo 
y sin que nadie me viera, 
como un ladrón en acecho, 
en su cara de amapola 
mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegría y qué pena 
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase, 
aunque se hunda el firmamento, 
aunque tu nombre y el mío 
lo pisoteen por el suelo, 
y aunque la tierra se abra 
y aun cuando lo sepa el pueblo 
y ponga nuestra bandera 
de amor a los cuatro vientos, 
sígueme queriendo así, 
tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegría y qué pena 
quererte como te quiero!

Poema tomado de 

07 septiembre 2012

Reencuentros


Hospital Universitario Mayor

Promotor de lectura: Andrés Monroy


El reencuentro con los pacientes hace que salga a la luz lo significativo que ha sido el programa de Leer para sanar en el tratamiento y el cuidado que brindamos en Méderi.

Este mes volví a ver a dos pacientes que han estado en el hospital. La reacción de los dos fue de intensa alegría, por que el recuerdo que tienen de Méderi está asociado con las páginas de un libro. El primer reencuentro sucedió a principios de agosto cuando visité la Unidad de Cuidados Coronarios y visité a la Sra. Gladis que en cuanto me reconoció habló de su anterior hospitalización y de lo agradecida que estaba por los libros que pudo leer en el octavo piso. Ese día, a pesar de no tener sus gafas para ver de cerca, la Sra. Gladis me pidió que le dejara en préstamo un libro con letra grande, para entretenerse.

Por otro lado, con otros pacientes se han construido relaciones fraternales cimentadas en la lectura en voz alta. Ese es el caso de don Campo Elías, paciente frecuente del octavo piso, con el que me reencontré a finales de mes. A pesar de tener un procedimiento permanente en su garganta que hace que se le dificulte un poco hablar, don Campo Elías al verme llegar, se esforzó y con una sonrisa luminosa me saludo así: “No deje para mañana lo que puede hacer hoy”.

Este inusual saludo, tiene mucho significado para nosotros dos, ya que el libro de “Refranes Populares” fue el primero que le leí a don Campo Elías antes de que le realizaran una intervención quirúrgica, un año atrás.

En estos dos casos mi corazón se divide en dos, porque por un lado me alegra mucho volver a ver y compartir con los amigos la magia de los libros. Pero por otro lado, un sentimiento de tristeza me inunda al saber que el cuerpo de cada uno es frágil y necesita de una atención especializada.