Por: Yomar Liliana Rodriguez
Promotora de lectura Programa Leer para Sanar
“…Entonces, desde muy lejos en el susurro del viento, escuchó: ¡Lilly! ¡Lilly!Las ballenas la estaban llamando.”
El mar es como una vuelta al seno materno, un regreso a la tranquilidad, al eco mismo de ese infinito misterioso que nos permite ver el sol poco a poco recostarse sereno entre las ondas del agua.
Existe una comunión entre las palabras y el silencio, una mezcla de influencias que decanta en el encuentro. Hace apenas unos días alguien me dijo una frase, que si bien no es nueva para mis oídos, me trajo una reflexión mas certera de lo que significa encontrar:“Cada cosa nos revela un mensaje, no hay encuentros al azar”. Esta frase en apariencia tan sencilla quedo galopando entre la realidad de mis días y la fantasía por el hallazgo, debo decir que no fue eco roto.
Hubo una sonrisa por parte de la mujer que me dijo la frase, mis ojos, y mi mano que recogía el libro que le había prestado, ese que poco antes ella entre lágrimas me recibió asaltada por la hermosura de sus sublimes ilustraciones, casi sin negarse a la oportunidad de distraer el dolor que pateaba su silla sin dejarla por minutos cerrar los ojos y respirar, sin angustia.
Creo que a todos nos pasan pequeños asaltos de emoción diario, la rutina no puede cubrirlo todo, y menos en un lugar como este, donde las medicinas y la enfermedad sostienen un duelo, literalmente a muerte. Por eso cuando ocurren estos encuentros entendemos lo valioso de lo fortuito, o lo mágico de lo real, del encuentro, como me lo dijo esta mujer ya mayor, que acompaña a doña Teresita en la 308, esta mujer que sin dejarse arrancar la esperanza de ver su madre salir de allí sana, me permitió acercarme con un libro a su intimidad familiar, en el territorio de la memoria hay muchos deseos por dejarse encontrar pienso, hay ofrendas diarias a la sonrisa y al llanto, nunca la vida pasa en balde y por ello reafirmar que un libro no llega a la vida de uno porque si, me permitió reconfortarme en la idea de que el mejor oficio es dar, todos lo tenemos entre navegantes solitarios que somos y el mar de humanos que nos envuelve o nos arroja, tenemos el oficio de dar nuestros dones mas preciados, los mas elaborados, o eso que llamamos lo mejor de nosotros mismos .
La conversación con esta mujer me llevo a releer el libro que hoy cito como titulo de este breve escrito: EL CANTO DE LAS BALLENAS, sin lugar a duda un bello libro álbum, no solo por sus imágenes, sino porque en tan pocas palabras nos recoge, nos abraza y nos reanima en el deseo de creer.
Me asombro mucho como este libro la emociono tanto que pese a los dictamen médicos mantuvo una serena visión de los sucesos, como se acerco a mi y me pidió nuevamente el libro, y se lo mostró a su hermanos y demás familia, a modo de mensaje, u ofrenda literaria a la vida misma.
Como en medio de la tormenta que arrebata lo propio de las manos, se aferro a un mensaje que quizás yo, no entendí de manera tan honda, pero que para ella y los suyos permitió comprender con unión y tranquilidad un acontecimiento tan perturbador como la muerte.
Conservo una breve nota suya la cual me entrego aquel día antes de salir, y que decía así: “Cada visita suya estuvo llena de sorpresas, quiero decirle que el libro ha sido uno de los mejores, y que usted tiene una misión clara, entender y dar mensajes, Muchas Gracias” para serles honesta, esta es una de las mejores definiciones de la promoción de lectura, de las palabras que sanan. Una frase más podría acotar a esta escrito, - un libro en un lugar no convencional de lectura, traza un viaje hacia la solidaridad de esta embarcación que se va agrietando, embarcación que llamamos cuerpo y que poco a poco acompañara la puesta del sol sobre la melodía de las ballenas.
EL CANTO DE LAS BALLENAS
DYAN SHELDON, Ediciones Ekaré