La
voz que invita
Por: Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar
“La literatura nos permite comprender las razones del
otro”
Ana María Machado
Siempre vamos consolidando distintas partes del libro a
medida del avance y del impacto que tiene el programa Leer Para Sanar, así como los temas que se leen van teniendo un
mayor grado de aceptación y gusto, lecturas de fábulas, leyendas populares,
poesía y adivinanzas siempre permiten la interacción con el lector. El libro se
abre y de la mano de los ojos ya empieza la complicidad, el movimiento y el
gesto de la imaginación que va articulando las sensaciones, los recuerdos y la
emotividad de cada uno de nosotros.
No escapamos de la dimensión del juego que nos proponen
las palabras y nos permitimos esa alianza de sonreír solitarios en lugares
inesperados, como la silla de un bus, la habitación hospitalaria, o un banco en
la plaza de un parque; porque el libro está ahí, conversándonos. También existe otra posibilidad, la de
escuchar, e hilar de manera cautelosa cada palabra hasta armar línea a línea
una página, como un collar de letras que va dando forma a la más hermosa prenda
para invocar un ser, una esencia, un paisaje. La lectura en voz alta permite
comprender nuestra voz al llevarla a otro, no es solo contar la historia en un
lenguaje acorde al lugar, no solo es
subir la voz y leer, es pensar el recorrido de la idea mientras se lleva de la
mano el oído de nuestro lector o lectores, es saber dar la puntada en la
tensión y el órgano más hermoso y sublime de todo ser humano: la imaginación,
ese órgano musical, avecita translucida, ese retazo de enorme aire que nos hala
hacia otros reinos, nos hace dueños o prisioneros, protagonistas y cómplices
del corazón y el cerebro, del rey o la princesa, la mujer que se sienta en el
baile y nadie saca, o el Gregorio Samsa que
puede tener el rostro de un insecto o de un hombre gris de ese quijote que abandera el ideal del no
olvido.
Leer en voz alta es una invitación sin duda a encontrar
el argumento con la ayuda del que responde el misterio, algo nos atrapa allí y
nos hace quedarnos, no es sencillo leer en voz alta, recuerdo que mis primeras
veces fueron demasiado entusiastas, mi motivación era mi hijo, y claro allí me desprendía del mundo, me regocijaba
siendo un tierno gatito hasta ser el monstruo de las leyendas… Ver el rostro de
mi hijo, me hizo ver lo maravilloso de ello del sonido y la palabra, la vida
misma que se aprende otra manera, donde hay un fuego encendido que se comparte
a través de la voz. Luego vinieron lecturas en bibliotecas, que susto tan
grande estar ahí, leí con voz entrecortada a veces, producto de la emoción, el
susto por no fallar, por mantener la tensión esa fibra vibrante que no quería
que el oyente soltara, la lectura en voz alta
con bebes, que enmarco una etapa sutil, ver sonrisas de vida alimentada en sueños, madres que se llevaron
la idea de compartir el lenguaje de historias como otra forma de amar. Somos de
los lugares donde dejamos palabras, voy pensando.
Al hacer el balance percibo que han sido mucho los lectores
ávidos, las personas que dan trama al asunto de pensar y sentir. Alguien
dijo, que la lectura en voz alta es la
prueba de fuego de la auténtica lectura. Podemos leer en silencio, para
nosotros sin comprender lo que leemos, y creo que podemos entender varios mundos,
varias posibilidades, no encerrarnos en la pecera, porque leer en voz alta
acerca mucho , en el caso del hospital es una voz que invita, a salir del
espacio, a continuar pasito a pasito por el camino de la esperanza, aunque
suene un poco esquivo ese camino, es quizás el más acertado cuando hay dolor,
cuando llega ese silencio que es
avasallador y miramos para el techo queriendo romperlo y que alguien tire una
soga para llevarnos a casa.
Somos seres sensibles, como lectores, como oyentes,
somos pacientes en una sociedad que no puede dejarnos sin mover y alimentar ese
órgano musical, golondrina transparente
o el colibrí inquieto que quizás debe llegar,
que tiene la forma de cada uno de nosotros, de nuestra niñez, o de esa
adultez que nos cambió la voz para hacer que cada palabra tenga el peso del
aire.
La imagen A
Work Of Art
"Alice in Wonderland" (1879) George Dunlop
Leslie