Este programa, ejecutado en convenio entre Méderi y Fundalectura, abarca la adquisición, organización, conservación y suministro de materiales y servicios bibliotecarios que pueden, conforme a las necesidades de cada paciente, contribuir a la atención integral para su recuperación, dar seguridad y alivio a su pérdida de autonomía, contribuir al mejoramiento de su rendimiento cognitivo y funcional, evitar la desconexión del entorno y fortalecer las relaciones sociales.

La función principal de “Leer para sanar” radica en la posibilidad de facilitar libros de distintas temáticas a pacientes y visitantes para que su estadía en nuestros hospitales sea más confortable, amena y provechosa.

Inicialmente “Leer para sanar” va dirigido a los pacientes que se encuentran en los pisos de hospitalización de los hospitales Méderi. En cada sede se ha estructurado un espacio para el almacenamiento del material y se capacitó a tres promotores (dos para el Hospital Universitario Mayor y uno para el Hospital Universitario de Barrios Unidos) quienes se desplazarán por los pisos ofreciendo a pacientes y familiares la posibilidad de un acompañamiento a través de un libro.

22 mayo 2017

Nacer, crecer- pensar, Nacer



Por: Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar



Cada persona al nacer posee una ciudadanía dual, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferiríamos sólo utilizar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno se ve obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de aquel otro lugar”.
 (Ibd. Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”


Durante los procesos de dolor, el cuerpo humano se contrae, se exalta, el dolor surge del cerebro que recibe las señales que le llegan en décimas de segundo, las interpreta y genera el dolor. Volvemos a encontrarnos con la computadora que analiza datos, el gestor que organiza la situación, el alto mando que ordena, que decide sensaciones, percepciones y experiencias. El dolor empieza allí donde los sensores prende la alarma.

El tema del dolor es basto, según las doctrinas cristianas, después de la creación de Eva, que tuvo lugar a través de un acto necesariamente doloroso de desprendimiento de una costilla para el cual Adán fue sometido a un plácido sueño, ella misma y toda su descendencia fueron castigados con el dolor del parto (tomado del texto bíblico). Siguiendo esta doctrina y esta historia podemos determinar un inicio de punto de partida frente a ello, pero seguramente, las cosas ocurrieron de una manera diferente para los científicos y los evolucionistas a merced de profundas transformaciones filogenéticas (fisiológicas y anatómicas) evolucionamos de un ente marino por llamarlo así, desde mi ignorancia hasta un ser humano, con toda y su precariedad, porque la especie humana, es sin duda la más agresiva en contra de su misma especie, y si a esto le relacionamos el dolor… pero retomemos, no existe como tal un día donde podamos determinar el nacimiento del dolor con fecha histórica, sin embargo todos sentimos dolor, a veces un grande, tanto físico como psíquico o emocional, todo radica en esa visión que culturalmente entendemos por este, lo pienso así desde cada una de las voces que se tejen en mi imaginario, en mi experiencia no solo a nivel hospitalario el cual me trae hasta aquí, sino también a nivel personal. Decía Shakespeare, que nacemos llorando, porqué vinimos a un mundo de tormentos, y seguro que no le niega a nadie tal realidad, conforme avanza el hombre, más destruye y mas fortalece ideas erróneas de poder, suena tan dramático como seguramente se vive.

El dolor es una construcción propia y social, cuyas características tienen similitudes, y también hondos abismos, el dolor es la visión propia de la humanidad a través de la herida de la fuente que emana la fragilidad y la fortaleza, los pasos: El cuerpo, sí bien hay dolores del alma, todo conlleva al mismo río, o al mismo mar, como un cauce de sangres prestas a dar una bocanada de grito o de alarma.  El dolor cambia, el dolor evoluciona pero el es un huésped de muchos rostros y paciencias, sabe esperar y no tiene mayor afán en irse, nunca podemos definirlo ni siquiera en la escala médica. En el Hospital Universitario de Barrios Unidos he tenido la oportunidad de observar, de sentarme a conversar mientras leo, mientras escribo o avanzo con el carrito, entender el dolor de los demás, el dolor y sus metáforas, es una experiencia simbólica y diaria, de valorar con cada compartir, aun me sorprendo de rostros que sonríen entre venas dilatadas y reclaman algo para leer, una voz que lea o una imagen que rompa ese momento y los lleve lejos de las cánulas, los sueros y analgésicos,  donde esta leer para sanar, que leer para pensar, donde existe el deseo de sanar leyendo y pensando en otros términos la vida. Eso es la vida misma, el dolor me decía una paciente mientras me contaba acerca de su problema de salud, “sino sufrimos no vamos al cielo”, terminaba la frase, y se acariciaba su pierna tan llena de mansedumbre ante la hinchazón y trauma de dolor, le escuchaba yo con el detenimiento de la admiración, su pierna no se veía nada bien, pero ella sonreía y me decía que le trajera un libro sobre algo de aventuras, las que ella ya no podía realizar, desde su condición, escogí Pinocho de Carlo Collodi, libro al viento con el cual entendimos las dos el poder de un pedazo de madera, y digo las dos porque mi conocimiento de Pinocho era nimio, sabia de el por el tema de la mentira y su relación con el largo de su nariz, pero esa historia donde Papillita, perdón Gepeto, se pronunciaba ante su soledad y precarios medios de vida ante la búsqueda de una marioneta que lo lleva a rodar por el mundo tomando vino y comiendo pan, lo necesario para el maestro de la madera. Para la paciente, todo esto resulto nuevo, hablo de las encantos de la madera y de cómo la mayoría de su vida había cocinado con leña en Sosa (Boyacá) municipio de donde es oriunda, me relato que ella consideraba que si habían cosas raras en muchos lugares y que quizás esa marioneta era sin duda una de esas cosas encantadas como las de su entrañable Sosa. Leímos tres capítulos y pausamos, entre la medicina y el descanso, volveré mañana le dije, y con todo el arrojo del mundo me dijo, “la espero cuidadito y me queda mal”, al salir de la habitación sentí que Pinocho caminaba ahora con los ojos de una nueva titiritera una bella mujer que pese a sus dolencia se atrevía a aventurar. Afuera los médicos hablaban del dolor, me veían salir con el libro bajo la mano, la enfermera llevaba todo su equipo para sanar, nos sonreímos y nos saludamos.  Sé que por momento resulta inútil pensarnos en espacios, pero después de leer 12 capítulos de Pinocho, y de ver como el paso del libro sugiere otro momento de liberación de cuatro paredes necesarias para restituir la salud, siento que está más allá de nuestro alcance el comprender el poder de la literatura en los espacios no convencionales, más allá del lector, estamos frente a un proceso de sanar donde la vida nos da indicios, donde nos alarmamos con una mancha o un lunar, donde los diagnósticos nos deprimen, pero donde un carrito que lleva libros deja en el paciente un instante de desprendimiento de ruptura con el espacio hospitalario. Al salir de alta la paciente, no pudimos despedirnos, pero una manzana que me dejo con una enfermera, me recordó su gratitud, también rememoro lo citado anteriormente, ese dolor de Eva, del parto o quizás del partir, del nacer de nuevo.



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