Este programa, ejecutado en convenio entre Méderi y Fundalectura, abarca la adquisición, organización, conservación y suministro de materiales y servicios bibliotecarios que pueden, conforme a las necesidades de cada paciente, contribuir a la atención integral para su recuperación, dar seguridad y alivio a su pérdida de autonomía, contribuir al mejoramiento de su rendimiento cognitivo y funcional, evitar la desconexión del entorno y fortalecer las relaciones sociales.

La función principal de “Leer para sanar” radica en la posibilidad de facilitar libros de distintas temáticas a pacientes y visitantes para que su estadía en nuestros hospitales sea más confortable, amena y provechosa.

Inicialmente “Leer para sanar” va dirigido a los pacientes que se encuentran en los pisos de hospitalización de los hospitales Méderi. En cada sede se ha estructurado un espacio para el almacenamiento del material y se capacitó a tres promotores (dos para el Hospital Universitario Mayor y uno para el Hospital Universitario de Barrios Unidos) quienes se desplazarán por los pisos ofreciendo a pacientes y familiares la posibilidad de un acompañamiento a través de un libro.

22 mayo 2017

Nacer, crecer- pensar, Nacer



Por: Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar



Cada persona al nacer posee una ciudadanía dual, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferiríamos sólo utilizar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno se ve obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de aquel otro lugar”.
 (Ibd. Sontag, Susan. “La Enfermedad y sus Metáforas” y “El Sida y sus Metáforas”


Durante los procesos de dolor, el cuerpo humano se contrae, se exalta, el dolor surge del cerebro que recibe las señales que le llegan en décimas de segundo, las interpreta y genera el dolor. Volvemos a encontrarnos con la computadora que analiza datos, el gestor que organiza la situación, el alto mando que ordena, que decide sensaciones, percepciones y experiencias. El dolor empieza allí donde los sensores prende la alarma.

El tema del dolor es basto, según las doctrinas cristianas, después de la creación de Eva, que tuvo lugar a través de un acto necesariamente doloroso de desprendimiento de una costilla para el cual Adán fue sometido a un plácido sueño, ella misma y toda su descendencia fueron castigados con el dolor del parto (tomado del texto bíblico). Siguiendo esta doctrina y esta historia podemos determinar un inicio de punto de partida frente a ello, pero seguramente, las cosas ocurrieron de una manera diferente para los científicos y los evolucionistas a merced de profundas transformaciones filogenéticas (fisiológicas y anatómicas) evolucionamos de un ente marino por llamarlo así, desde mi ignorancia hasta un ser humano, con toda y su precariedad, porque la especie humana, es sin duda la más agresiva en contra de su misma especie, y si a esto le relacionamos el dolor… pero retomemos, no existe como tal un día donde podamos determinar el nacimiento del dolor con fecha histórica, sin embargo todos sentimos dolor, a veces un grande, tanto físico como psíquico o emocional, todo radica en esa visión que culturalmente entendemos por este, lo pienso así desde cada una de las voces que se tejen en mi imaginario, en mi experiencia no solo a nivel hospitalario el cual me trae hasta aquí, sino también a nivel personal. Decía Shakespeare, que nacemos llorando, porqué vinimos a un mundo de tormentos, y seguro que no le niega a nadie tal realidad, conforme avanza el hombre, más destruye y mas fortalece ideas erróneas de poder, suena tan dramático como seguramente se vive.

El dolor es una construcción propia y social, cuyas características tienen similitudes, y también hondos abismos, el dolor es la visión propia de la humanidad a través de la herida de la fuente que emana la fragilidad y la fortaleza, los pasos: El cuerpo, sí bien hay dolores del alma, todo conlleva al mismo río, o al mismo mar, como un cauce de sangres prestas a dar una bocanada de grito o de alarma.  El dolor cambia, el dolor evoluciona pero el es un huésped de muchos rostros y paciencias, sabe esperar y no tiene mayor afán en irse, nunca podemos definirlo ni siquiera en la escala médica. En el Hospital Universitario de Barrios Unidos he tenido la oportunidad de observar, de sentarme a conversar mientras leo, mientras escribo o avanzo con el carrito, entender el dolor de los demás, el dolor y sus metáforas, es una experiencia simbólica y diaria, de valorar con cada compartir, aun me sorprendo de rostros que sonríen entre venas dilatadas y reclaman algo para leer, una voz que lea o una imagen que rompa ese momento y los lleve lejos de las cánulas, los sueros y analgésicos,  donde esta leer para sanar, que leer para pensar, donde existe el deseo de sanar leyendo y pensando en otros términos la vida. Eso es la vida misma, el dolor me decía una paciente mientras me contaba acerca de su problema de salud, “sino sufrimos no vamos al cielo”, terminaba la frase, y se acariciaba su pierna tan llena de mansedumbre ante la hinchazón y trauma de dolor, le escuchaba yo con el detenimiento de la admiración, su pierna no se veía nada bien, pero ella sonreía y me decía que le trajera un libro sobre algo de aventuras, las que ella ya no podía realizar, desde su condición, escogí Pinocho de Carlo Collodi, libro al viento con el cual entendimos las dos el poder de un pedazo de madera, y digo las dos porque mi conocimiento de Pinocho era nimio, sabia de el por el tema de la mentira y su relación con el largo de su nariz, pero esa historia donde Papillita, perdón Gepeto, se pronunciaba ante su soledad y precarios medios de vida ante la búsqueda de una marioneta que lo lleva a rodar por el mundo tomando vino y comiendo pan, lo necesario para el maestro de la madera. Para la paciente, todo esto resulto nuevo, hablo de las encantos de la madera y de cómo la mayoría de su vida había cocinado con leña en Sosa (Boyacá) municipio de donde es oriunda, me relato que ella consideraba que si habían cosas raras en muchos lugares y que quizás esa marioneta era sin duda una de esas cosas encantadas como las de su entrañable Sosa. Leímos tres capítulos y pausamos, entre la medicina y el descanso, volveré mañana le dije, y con todo el arrojo del mundo me dijo, “la espero cuidadito y me queda mal”, al salir de la habitación sentí que Pinocho caminaba ahora con los ojos de una nueva titiritera una bella mujer que pese a sus dolencia se atrevía a aventurar. Afuera los médicos hablaban del dolor, me veían salir con el libro bajo la mano, la enfermera llevaba todo su equipo para sanar, nos sonreímos y nos saludamos.  Sé que por momento resulta inútil pensarnos en espacios, pero después de leer 12 capítulos de Pinocho, y de ver como el paso del libro sugiere otro momento de liberación de cuatro paredes necesarias para restituir la salud, siento que está más allá de nuestro alcance el comprender el poder de la literatura en los espacios no convencionales, más allá del lector, estamos frente a un proceso de sanar donde la vida nos da indicios, donde nos alarmamos con una mancha o un lunar, donde los diagnósticos nos deprimen, pero donde un carrito que lleva libros deja en el paciente un instante de desprendimiento de ruptura con el espacio hospitalario. Al salir de alta la paciente, no pudimos despedirnos, pero una manzana que me dejo con una enfermera, me recordó su gratitud, también rememoro lo citado anteriormente, ese dolor de Eva, del parto o quizás del partir, del nacer de nuevo.



23 abril 2017

Madre Canguro, Leyendo Y Creciendo

Por: Yomar Rodríguez

Promotora lectura Leer para Sanar


Disfrutar de la lectura y sanar son los propósitos que se buscan en el diario vivir del programa leer para para sanar, una apuesta por mejorar el ambiente hospitalario humanizándolo, y haciendo ameno pese a lo ambiguo que parezca el término.
Durante este primer trimestre se han venido ejecutando distintas actividades y lecturas en los espacios del hospital HUBU hospital Universitario de Barrios Unidos. Las lecturas han sido orientadas al contacto de lector de todos los espacios y quizá uno que más genera emoción es el espacio del programa Madre Canguro, programa dirigido a a madres con bebés que llegaron al mundo con semanas de anticipación y que por ende requieren de cuidados y tratamiento especial haciéndole un seguimiento al niño prematuro o bajo de peso al nacer.

El programa Madre Canguro del hospital se hereda de la experiencia del programa que llevaba el mismo nombre en el Seguro Social y que llevaba más de 16 años de funcionamiento. El nombre de por si nos genera una gran ternura y se deriva de la técnica de cuidado extrauterino que realizan en general todos marsupiales.

Investigando un poco más sobre el tema descubrí que el programa fue creado en el año 1978 por el neonatologo Edgar Rey Sanabria en la ciudad de Bogotá quien se desempeñó como director de pediatría de la Universidad Nacional de Colombia, y quien posteriormente y debido al éxito de su programa y junto con el doctor Héctor Martínez recibirían el premio Sasakawa para la salud en el año 1991.

Este ha sido uno de los programas más motivantes y de mayor exigencia  por parte de todo un equipo de personas que llevan a cabo día a día esta labor.

Para el programa Leer para Sanar ha sido un bonito encuentro con la lectura  para madres y bebes gestantes, un deseo enorme por contribuir en el crecimiento de las familias entorno al aprendizaje de leer y compartir, cada jueves a las 10: 30 am la psicóloga y la terapeuta física, tienen una cita con madres canguro y también abuelas y padres que se suman a la bella tarea de amar, ahí estamos nosotros también con nuestros libros álbum, con historias de aquí o de allá siguiendo el pálpito que deja el paso de la historia y cambiando el espacio blanco y frío de lo que entendemos por hospital.

Leemos, narramos y acompañamos con la mejor medicina la palabra y el amor por creer y leer.



02 enero 2017

Renacer la infancia

Renacer la infancia

Por: Erika Aguilar, Promotora de lectura Leer para sanar


“¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar!” (Charles Dickens)


Existe un hospital único, lleno de distintas emociones, de imágenes bellas y fuertes, curioso. El hospital de las curiosidades tiene nombre, se llama “Méderi”. A diario llegan muchas personas en busca de atención médica por diversas dolencias; tragedias propias, heridas torpes o por naturaleza cansada. Les contaré sobre el encuentro con una de esas vidas que nos visitan sin falta día y noche, sin respetar horarios ni fechas festivas.


Aunque vale la pena contar muchas de las historias dentro del hospital, muchas vividas a través de Leer para Sanar, está me sorprendió de manera tan grata que siento la inmensa necesidad de recordarla a través de estas palabras. Resulta que como si la época no fuera más familiar y el año no estuviera terminando e invitando a la fiesta, llega un paciente de esos a los que uno no le sube el ánimo, sino que te lo elevan a ti por su ser y condición. La historia empieza de una manera medio informal con un comentario de una de las bonitas enfermeras que trabajan allí –tengo un papá Noel en la 316, viene de lejos, su padre llegó aquí a causa de la segunda guerra mundial, se enamoró y no se volvió a ir-, dijo ella (parafraseándola), interesante pensé tendré que verlo. Finalizando la jornada laboral empecé la recolección de libros prestados como de costumbre, pero uno de ellos no aparecía, ni el paciente, se había ido, pensé que había perdido el libro, por azahares de la vida aquel personaje del que me habían hablado lo tenía así que la suerte me lo puso en frente, entonces quedo pendiente un préstamo al día siguiente, promesa que cumplí en  cuanto lo vi , pregunté su nombre por cuestiones formales y me confesó lo que a gritos se notaba “Yo soy Santa”, me reí y le pedí pruebas, enseño sus fotos ¡era cierto!
 Entonces se despertó en mí aún más la curiosidad, ¡Santa, Papá Noel,  era paciente en el hospital!, en el que yo trabajo y mi niña interna saltaba de felicidad al encontrar un personaje tan parecido al que te presentan en las películas americanas (que veía en mi infancia y aún de vez en cuando) y además sabía que se dedicaba a eso de ser el abuelo que sienta a los niños en sus piernas en navidad para escuchar sus peticiones, desde las meramente materiales hasta las más sensibles nacidas de los corazones más sencillos, me sentí complacida y pensé en la idea de escucharlo en algún momento para saber su historia, pero Santa (Jan Hayduk) no estaba de paseo.



 ¿Santa se enferma? ¿Y en noviembre? El asunto de los regalos ha de estar complejo y más con tanta lucha, en este país, en el mundo, quizá el peso del carbón le causó un daño, pensé. La noticia corrió por algunos espacios del hospital, reconozco algo de culpa en ello (enseñe las fotos) y se sorprendieron igual que yo, brillaron sus ojos, hable de lo increíble que era tener a Papá Noel en el hospital en plena víspera y lo gracioso que resultaba esa idea, me animaron a buscarlo para escribir algo sobre él y contar el bonito reencuentro con la niñez pero ya le habían dado de alta, estaba a punto de irse del hospital, así que decidí abordarlo y pedirle que me permitiera escribir sobre el día en que Santa se enfermó y el mes en que había sucedido, vísperas navideñas y recién terminado el día de las brujas (tema que no puede descartarse cuando se trata de disfraces tan terroríficos como los de la marcha en la séptima) él aceptó con mucho amor y también accedió a tomarse fotos con nosotras, las enfermeras y yo la promotora de lectura.  Bello día, lleno de abrazos, de recuerdos y de agradecimiento, porque hay que reconocer algo en toda esta historia y es la disposición de este personaje, no en muy buenas condiciones de salud dispuesto a hacer sonreír a quienes se supone eran quienes debieran sanar su cuerpo y quizá alma, él nos sano ese día, nos curó de un día complejo, nos unió.
Logró desconectarnos por un momento y luego, después de su partida las valientes enfermeras volvieron a su labor de cuidar de los enfermos esperando que para está navidad los regalos que lleguen por montones llenen sus corazones de alegría. Y por supuesto que mi labor siga sacando una que otra sonrisa del alma de los pacientes.



Remembranzas

Remembranzas


Por:  Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar


Basta mirar: se cubre de verdad la mirada. Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas. De cada aliento sale la ardiente bocanada de tantos corazones unidos por parejas.
Miguel Hernández


Encontrar personas que nos recuerdan, dentro y fuera del hospital, hacer que la resonancia de la labor quede fijada en el paso de los días, eso es un logro y un compromiso. Como promotora, lectora y mujer siempre es maravilloso aprender de los gestos, de una mano que se brinda para pasarte una página o para alcanzarte una silla, una sonrisa ofrecida que da la oportunidad de avanzar.

Este mes fue un mes de lecturas en voz alta y de largo aliento por momentos en las habitaciones, recorrer la imaginación lectora y poner el tono adecuado para palabra agudizar la emoción y los sentidos en cada historia nos permite como contadores de historias, cuentos poesías, no solo llevar las riendas de ese caballito que es la atención, sino también entender la dimensión de cada acto al pronunciarlo, hago aquí hincapié en una paciente que conocí y con la cual leímos dos novelas, “Seda” y “El ojo de vidrio del abuelo”, ella con problemas de oído, necesitaba un máximo de mi capacidad para entender y seguir la historia, así pues me aventuré a jugar con otros recursos que no solo fueron mi voz, Blanca con 61 años es la paciente de quien les hablo y escribo aquí con su edad presentaba un problema de sordera muy avanzada debido a la sobreexposición de ruidos en la empresa donde laboró por 45 años y donde empezó su vida laboral siguiendo el signo de las mujeres de su casa, cuya vida estuvo marcada por un abandono prematuro de sus padres.

Para Blanca el leer no fue algo que le acompañara durante su vida, aunque le gustaban las novelas y especialmente las radionovelas, se emocionaba con Kaliman y vivenciaba las aventuras narradas por los actores de radio quienes con sus voces animaban a travesar espacios y donde una mujer por momentos registraba la voz de un chico llamado Solín, esta historieta de origen mexicano fue una de las más escuchadas y fue creada por Rafael Cutberto Navarro y Modesto Vázquez González en 1963 y llega a Colombia en 1965 por el Circuito Radial Todelar. Todo esto para blanca es desconocido, datos que no perturban la emoción y la mirada de sus ojos al contarme como en medio de sus avatares, de vivir en un cuarto con sus 4 hermanas, y no poseer sino unas cuantas cosas, le permitían motivar la emoción como ella misma lo define, muy sabiamente, hoy como todos los de mi generación y la que sigue la de mi hijo no tenemos más que el recuerdo de lo que fueran las delicias de aquellos días, en lo personal hay un dejo de nostalgia. Pero retomemos, para Blanca la lectura no estaba en una hoja y fue su signo, hoy a los 61 y pese a sus problemas de sordera, leer le cansa, aunque sus ojos estén en un buen estado, a ella lo que le gusta es escuchar, y reír cómplice de la voz, así pues me arriesgue a leerle, a narrarle con pericia, las aventuras y amores de Seda y las tristuras y melancolías del ojo de vidrio del abuelo, novelas cortas las dos, de menos de 220 páginas. Para motivarle el ánimo y la imaginación opte por llevar imágenes y además poner música de fondo en las pausas de lectura y mientras conversábamos a través de mis audífonos y de mi celular, por decir así le pusimos banda sonora a la lectura, y eso fue bello, para ella, su atención no mermo nunca y su sonrisa y por momentos afán se incrementaba al pasar las horas de lectura, yo por mi parte era un ávida lectora de sus gestos, porque me motiva verle abstraída en cada palabra…

Fueron 15 días su estadía en el hospital, su abrazo al despedirse fue cálido, como suelen serlo las brisas de alguien que siente y cree, y hoy hace algunas horas la vi pasar por una ventana de transmilenio que iba hacia el norte, me vio en el paradero, y golpeo la ventana con rapidez, fueron segundos donde sonreímos, donde recordamos la bonito de hilar historias y de sentir que los libros van más allá, que somos lectores con todos los sentidos.



                                                                                                                                       El autobús de Frida Kahlo

El Perro, el Chivo y los Tigres

El Perro, el Chivo y los Tigres
Aquiles Nazoa
Ilustraciones de Esteban Rama
Ediciones Ekaré

Por:  Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar

Un pero aventurero pero amarrado por su amo, con ansias de libertad y con una capacidad de convencimiento inigualable, nos lleva de la mano de un chivo miedoso y conforme con su vida a vivir sucesos narrados con un lenguaje muy propio de los llanos venezolanos, donde aparecerán los tigres mariposos para demostrarnos las peripecias que tiene la osadía de buscar la libertad anhelada por un perro ingenioso  y el chivo que a pesar de todo percance afianzaran su amistad.

Este texto de la tradición oral y popular venezolana nos lo recrea el gran poeta  caraqueño  Aquiles Nazoa quien desde su forma peculiar de narrar y con la gracia que provoca la picardía de los personajes nos meterá en el cuento, como se dice por ahí, un cuento de sonrisas y emociones, donde los lectores del hospital han podido manejar con humor los tiempos de espera, y reír a carcajadas. Recuerdo mi primera experiencia con este texto hace ya algunos años atrás cuando leía en voz alta esta vez en una plaza de mercado y los escuchas eran niños, todos nos hicimos amigos del perro y lo dibujamos, algunos pusimos nombre al perro y al chivo y creímos fielmente en la consigna que la imaginación y el relato nos entregaban. Hoy pasado ya el tiempo lo leo con los abuelos que nos acompañan en las áreas de hospitalización en el Hospital Méderi, la reacción si me preguntan, es la misma, complicidad, risa, y la perspicacia que se eleva al imaginar que más peripecias vivirán este par de amigos que simbolizan los valores de la amistad y la rebeldía. La lectura de este tipo de textos sencillos atrae mucho la curiosidad y escucha, las historias entramadas en lo cotidiano nos revelan que tanto podemos hacer y vivir en estos días donde los días pasan como de agache, donde lo conforme pesa en los zapatos y evitamos soñar, porque dicen cuesta. Donde nos identificamos quizás, pues en lo que a mí respecta como el Perro mi personaje favorito del texto, le apuesto a vivir lo que se tenga que vivir con humor, con imaginación y con el don de la palabra, y como el mismo poeta Nazoa le apunto a los cuentos de esos que llaman para niños, me aventuro a jugar con los tonos de voz y acariciar el lomo del chivo miedoso y traerlo hasta aquí donde todos le digamos que es posible ver más allá de la cuerda. Y como lo dijera el mismo poeta en su poema credo: “creo en la amistad como el invento más bello del hombre /creo en los poderes creadores del pueblo /creo en la poesía y en fin /creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama”.


https://www.youtube.com/watch?v=86-nHLYY874



11 septiembre 2016

La voz que invita

La voz que invita


Por:  Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar



“La literatura nos permite comprender las razones del otro”
Ana María Machado



Siempre vamos consolidando distintas partes del libro a medida del avance y del impacto que tiene el programa Leer Para Sanar, así como los temas que se leen van teniendo un mayor grado de aceptación y gusto, lecturas de fábulas, leyendas populares, poesía y adivinanzas siempre permiten la interacción con el lector. El libro se abre y de la mano de los ojos ya empieza la complicidad, el movimiento y el gesto de la imaginación que va articulando las sensaciones, los recuerdos y la emotividad de cada uno de nosotros.

No escapamos de la dimensión del juego que nos proponen las palabras y nos permitimos esa alianza de sonreír solitarios en lugares inesperados, como la silla de un bus, la habitación hospitalaria, o un banco en la plaza de un parque; porque el libro está ahí, conversándonos.  También existe otra posibilidad, la de escuchar, e hilar de manera cautelosa cada palabra hasta armar línea a línea una página, como un collar de letras que va dando forma a la más hermosa prenda para invocar un ser, una esencia, un paisaje. La lectura en voz alta permite comprender nuestra voz al llevarla a otro, no es solo contar la historia en un lenguaje acorde  al lugar, no solo es subir la voz y leer, es pensar el recorrido de la idea mientras se lleva de la mano el oído de nuestro lector o lectores, es saber dar la puntada en la tensión y el órgano más hermoso y sublime de todo ser humano: la imaginación, ese órgano musical, avecita translucida, ese retazo de enorme aire que nos hala hacia otros reinos, nos hace dueños o prisioneros, protagonistas y cómplices del corazón y el cerebro, del rey o la princesa, la mujer que se sienta en el baile y nadie saca, o el Gregorio Samsa que  puede tener el rostro de un insecto o de un hombre gris  de ese quijote que abandera el ideal del no olvido.

Leer en voz alta es una invitación sin duda a encontrar el argumento con la ayuda del que responde el misterio, algo nos atrapa allí y nos hace quedarnos, no es sencillo leer en voz alta, recuerdo que mis primeras veces fueron demasiado entusiastas, mi motivación era mi hijo, y claro  allí me desprendía del mundo, me regocijaba siendo un tierno gatito hasta ser el monstruo de las leyendas… Ver el rostro de mi hijo, me hizo ver lo maravilloso de ello del sonido y la palabra, la vida misma que se aprende otra manera, donde hay un fuego encendido que se comparte a través de la voz. Luego vinieron lecturas en bibliotecas, que susto tan grande estar ahí, leí con voz entrecortada a veces, producto de la emoción, el susto por no fallar, por mantener la tensión esa fibra vibrante que no quería que el oyente soltara, la lectura en voz alta  con bebes, que enmarco una etapa sutil, ver sonrisas de vida  alimentada en sueños, madres que se llevaron la idea de compartir el lenguaje de historias como otra forma de amar. Somos de los lugares donde dejamos palabras, voy pensando.

Al hacer el balance percibo que han sido mucho los lectores ávidos, las personas que dan trama al asunto de pensar y sentir. Alguien dijo,  que la lectura en voz alta es la prueba de fuego de la auténtica lectura. Podemos leer en silencio, para nosotros sin comprender lo que leemos, y creo que podemos entender varios mundos, varias posibilidades, no encerrarnos en la pecera, porque leer en voz alta acerca mucho , en el caso del hospital es una voz que invita, a salir del espacio, a continuar pasito a pasito por el camino de la esperanza, aunque suene un poco esquivo ese camino, es quizás el más acertado cuando hay dolor, cuando  llega ese silencio que es avasallador y miramos para el techo queriendo romperlo y que alguien tire una soga para llevarnos a casa.

Somos seres sensibles, como lectores, como oyentes, somos pacientes en una sociedad que no puede dejarnos sin mover y alimentar ese órgano musical,  golondrina transparente o el colibrí inquieto que quizás debe llegar,  que tiene la forma de cada uno de nosotros, de nuestra niñez, o de esa adultez que nos cambió la voz para hacer que cada palabra tenga el peso del aire.



La imagen  A Work Of Art
"Alice in Wonderland" (1879) George Dunlop Leslie 


15 agosto 2016

De la brevedad de los instantes



De la brevedad de los instantes

 

Por:  Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar


                                                                                                                                                                                                                                                                                      A  la  Memoria de la Señora Ana



Ayer, hoy, mañana… Imágenes del tiempo que nos encarnan en un sentido de promesas o recuerdo. Estamos en danza, o en  batalla contra el tiempo, nos adelgazamos en su infinidad y nos hilamos tenuemente a los miles de rostros de las calles, las semanas y también a aquellos que por momentos  se detienen a mirarnos a los ojos.
En la vida somos ecos de instantes, corta puede ser la vida en su magnitud de instante.
En los días de lecturas en el mes de Junio, sentí el fugaz reflejo de la alegría que como una maniobra de luz se cuela entre el dolor y los rostros de los pacientes, las hojas que se imaginan ante los sentidos nublados por los años. 
Ese velo blanco que parte la mirada con el todo de los otros, y hacia dentro se encuentra el jardín de Alicia, o el paraíso recobrado. No se teme, se vibra con la voz. La palabra deambula por la habitación y se ofrece como el soplo a un ave que sentada brota entre silencios  heridas, hay música en la soledad de las manos que no están vacías y que tocan la hoja acariciando la palidez y la tinta. Nunca sabemos dónde termina la historia que empieza con el saludo, nunca entendemos como el diálogo puede llevarnos por la memoria del que escucha y como nos trazan después de la partida. Leer cuando las letras se humedecen en los ojos y el final es cambiado, para hacer sonreír, para hacer encontrar el tesoro oculto de la inocencia que se resiste a morir. Leer para continuar por el camino que algo rompió o por el sendero que bifurcado nos llevó lejos de nuestro bosque al país del cemento y la indiferencia. Leer para abrazar, y tejer al álbum familiar tranquilidad y el bálsamo para beber en tiempos de crisis, para percibir en el otro la forma de su boca cuando habla y nos mira callando.
En el mes de junio, sujeté la fe entre las líneas de mi espíritu,  llevé  en los días la esperanza en páginas leídas y por leer, los libros que siempre cultivan algún fruto perdido que cayó del árbol, o crece en su rama más alta y más noble.
 Algunas personas dicen que uno se va y no se lleva nada a casa porque el trabajo es el trabajo y la casa ha de ser un lugar de encuentro familiar, donde es otra la vida y quizás hasta otros los problemas; pero que tan cierto es, hasta dónde entendemos la dimensión de un oficio como el de hallarnos en un rostro entusiasta, hasta donde comprendemos la responsabilidad de llevar el libro al plano más sensible: el de la voz, el susurro, la lágrima.
En el mes de Junio, muchas personas nacieron, porque como dice la canción Morir es nada, El mes de junio me llevo el color de un beso en las manos, el sabor de un pan de queso traído desde Fómeque, aún me pintan  las huellas de una copla la sangre y el abrazo gentil del que vio en el libro un ser infinito, del que llamo a mis ojos y me limpio con agua encendida de instantes, la brevedad de la vida, y la gratitud por encontrarme en el error de lo aprendido, la soledad y la forma intrincada de la compañía que nos eleva como una golondrina que no le importa el verano o la lluvia, pero traza en su vuelo, un deseo de ser. 
Pienso en mis abuelas y abuelos es cierto que nunca los conocí, o bueno solo a mi abuela paterna, la reconocí en su lecho de muerte, recuerdo que me regaló un mango por cantar un pedacito de una canción que hablaba de un perrito alentada por don Eccehomo, mi padre. 
Qué bonito el olor a mango y la niñez que nada pretende y que todo comprende en su simplicidad. Ahora que la vida me da la oportunidad de tener abuelos, y también se los lleva a otras latitudes, Yo insisto en sentir, en el valor de Leer, de leer para Sanarnos.



                                                                   
                                                                                         Biblioteca móvil de hospital / Estados Unidos, 1940



De lo leve de vivir


De lo leve de vivir



Por: Erika Aguilar, Promotora de lectura Leer para sanar


 
Hace poco en una clase hablamos de la levedad y la pesadez, unos compañeros expusieron sobre ello. Durante la exposición, y luego de la teoría preguntaron al grupo ¿Cómo se vería la levedad en el diario vivir?, una amiga se atrevió a hablar de Transmilenio y del comportamiento de la gente que ante un servicio tan malo respondían de manera peor, eran duros, egoístas, groseros y agresivos ¡Afortunada interpretación! Pensamos todos, pues a veces ejemplificar no resulta ser tan sencillo en algunos casos. Hoy, aún con la vaga idea de la levedad y el peso en mi cabeza, trato de acomodar esta imagen a mí que hacer como promotora de lectura en Méderi. Quizá está no sea la mejor manera de pensar en levedad y pesadez, seguramente hay una interpretación errada, pero quisiera lanzarme con la idea de que posiblemente en el hospital uno rodeado de tanto drama físico, psicológico, familiar y espiritual externo al propio, es capaz de encontrar aquello leve, aquí donde el ambiente pesa tanto, donde la libertad está tan limitada, puede que exista esa ligereza… ¿cómo? De muchas formas, una de ellas está en la presencia de libros y sus lecturas que con tanto amor realizamos los promotores, familiares y pacientes para no dejar que la situación nos absorba.
En ocasiones uno quisiera hacer mucho más por los pacientes y sus familias, pero el peso de la realidad tiene sus propias leyes en el mundo y las posibilidades son deleznables, lo único que queda a nuestro alcance es leer un libro, leer con el convencimiento de que quienes oyen van a sonreír al final aunque sea porque sienten que hay quién los ve como seres humanos, que anhelan que su pesada carga se aliviane un poco con las palabras que se encuentran plasmadas en el libro  donde es factible reconocer una historia en la que podría estar cualquiera de nosotros.
La vida y vivir, es leve y pesado a la vez, estar enfermo y ser capaz de sonreír ante un extraño con intenciones casi absurdas pretendiendo que el paciente que se atreva a dejar que su carga se consuele con un buen libro que le permita trasladarse en su imaginación es levedad, pensar reconocer en la enfermedad una oportunidad para generar un lazo con un libro y un desconocido que trabaja con total cariño por mostrar que la vida tiene muchos matices es leve y a la vez pesado.





PAULINA ESPINOZA SÁNCHEZ (92 años, poeta de corazón y vida)

La señora Paulina Espinoza Sanchez, es uno de esos personajes inolvidables en la vida de cualquier persona. Una poeta por naturaleza, sensible, por obra de la experiencia, tierna y bella por los años que ya pesan sobre su apariencia.

San Andrés Islas
Con sus blancas playas y su arena ardiente
Donde no hay rateron, ni aún pordioseros
Con su lindo acuario y su Joniki
¡Oh! Playas tan lindas que yo las recuerdo con mucha nostalgia
Y en las oscuras noches su brisa refresca
Me siento feliz
Si las vacaciones no fueran cada año yo estaría ahí
Esto no es un verso, es lo que yo pienso
y lo escribo aquí.


 Que bello compañero es el silencio
Porque así escucho la voz de Dios
Y pienso que Dios se encuentra en el silencio
Porque yo encuentro paz en el corazón.