Las pequeñas cosas
Por: Yomar Rodriguez
Promotora de lectura Programa Leer para Sanar
“soy
lo suficientemente frágil como para que una palabra me lastime, y también soy
lo bastante fuerte como para que una palabra me resucite”
Bartolomeu
Campos de Queiròs
El mes de febrero termina con un día más de
lo acostumbrado, se habla de los años bisiestos que traen cambios, que acarrean
acontecimientos importantes, tanto buenos como malos y dan inicio o cierre a
distintas facetas tanto humanas como espaciales.
Creo que terminó un mes lleno de situaciones
nuevas, aprendizajes y distintos saberes que me permiten entender mejor quien
soy y cuál es ese norte donde se derivan mis sueños.
En el Hospital Méderi la vivencia diaria es
igualmente emotiva y de apariencia rutinaria; labores cotidianas ejercidas por
cada uno de los profesionales médicos, administrativos y operativos; cada uno hilando uno a uno un pedacito de
mejoría para cada paciente.
Considero que cada día ofrece la posibilidad
de hacer mejor las cosas, de entendernos y de procurar comprender a otros en
sus situaciones difíciles.
A Leer
para Sanar le corresponde hilar páginas, a cada una de las habitaciones que
llegamos somos recibidos con expresiones de alegría y respeto, palabras que
tienen sonidos amenos, instantes que hacen que el silencio por momentos se
fragmente en visos de risas y palabras
mágicas atendidas con la mirada, y el
oído. Alguna vez escuché una canción que hablaba sobre las pequeñas cosas,
versos que cavilaban la forma sencilla de lo importante, de lo esencial.
Tarareo en mi mente al compás de las imágenes diarias como un video musical
donde se resguardan las rostros del tiempo, donde acomodamos en lo profundo un poco de la sensatez por vivir con la humildad de lo
pequeño y maravilloso. Hoy, mientras recorría el piso seis, una mujer frente a
la ventana me regaló un trozo de un cuadro de esos paisajes ajenos y contiguos
al hospital. Lo describiré con sus palabras: “ un gato, como una sombra estaba ahí, tras esa reja, se ocultaba y observaba
algo, yo me di cuenta que quería comerse un pajarito que picoteaba el pasto, el
gato se lanzó, pero el pajarito se le voló y se quedó en la punta de aquel
árbol” Yo observé con cuidado y vi volar un pajarillo ignoro si era el mismo, sonreí junto a ella,
que luego me habló sobre cómo cada día se levantaba de su cama y salía para
observar las pequeñas cosas que ocurren fuera del hospital, mientras me
señalaba con su mano las palomas, comprendía cuanta emoción le causaba el acto
de contemplar y descubrir esos cuadros, lienzos propios de un alma que se
conmueve con lo sencillo y descubre mensajes de apoyo y esperanza. Hablamos un
rato y sonreímos agradecidas por estar ahí tranquilas, luego leímos juntas las
imágenes, esta vez de uno de los libros del carrito-biblioteca como lo bautizó.
Fue un momento corto, donde yacimos cómplices de un perro llamado Oscar y de
una gata de medianoche que terminaban compartiendo el amor de su ama y por su
ama el cuento terminaba feliz… Debo decir que su lectura de las cosas, se detenía
en los rasgos de cada trazo y sus comentarios dulces me hicieron sentirla como
una niña inmersa en otro cuerpo, de entrañable delicadeza y alegría, sus ojos
que miraban más dentro de la tinta me regalaron lo más importante del día. Hoy
quiero recordarla, línea a línea para maravillarme de cada momento que vivo en
el hospital, cada persona que está ahí le da a la vida su vida entera, sus
cicatrices son costura de la valentía y las ganas de sanar, ese precioso sentir de las simples cosas donde uno
ama la vida hace que todos los días se tornen con la fortaleza de quien respeta
el aire..
Leonilde la soñadora me sigue regalando su apacible mirada que por ratos
se pierde entre lágrimas de extrañamiento por regresar a casa junto con su
esposo y sus hijos “llevo 63 años con él,
y aun quiero seguir de su mano hasta un poco más y cuidarlo” Con una
sonrisa quiero escribir Gracias y pedir tan siquiera que su deseo se haga
realidad, mujeres como ella me inspiran a pensar que el 29 de febrero si esta
para soñar no por ser año bisiesto, sino porque cada día es único y vale la
pena leer, no solo palabras sino también momentos, mujeres así inspiran a
escribir y a tener una fe de pájaro que vuela alto por volver a vivir y nacer.
tomada de Casa de libros
Oscar y la gata de medianoche
(John Brown, Rose and the Midnight Cat, 1977)
Ron Brooks
Texto de Jenny Wagner. Salamanca: Lóguez, 1997; 36 pp.; trad. de Ángel J. Martín
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