Este programa, ejecutado en convenio entre Méderi y Fundalectura, abarca la adquisición, organización, conservación y suministro de materiales y servicios bibliotecarios que pueden, conforme a las necesidades de cada paciente, contribuir a la atención integral para su recuperación, dar seguridad y alivio a su pérdida de autonomía, contribuir al mejoramiento de su rendimiento cognitivo y funcional, evitar la desconexión del entorno y fortalecer las relaciones sociales.

La función principal de “Leer para sanar” radica en la posibilidad de facilitar libros de distintas temáticas a pacientes y visitantes para que su estadía en nuestros hospitales sea más confortable, amena y provechosa.

Inicialmente “Leer para sanar” va dirigido a los pacientes que se encuentran en los pisos de hospitalización de los hospitales Méderi. En cada sede se ha estructurado un espacio para el almacenamiento del material y se capacitó a tres promotores (dos para el Hospital Universitario Mayor y uno para el Hospital Universitario de Barrios Unidos) quienes se desplazarán por los pisos ofreciendo a pacientes y familiares la posibilidad de un acompañamiento a través de un libro.

15 agosto 2016

De la brevedad de los instantes



De la brevedad de los instantes

 

Por:  Yomar Rodríguez
Promotora lectura Leer para Sanar


                                                                                                                                                                                                                                                                                      A  la  Memoria de la Señora Ana



Ayer, hoy, mañana… Imágenes del tiempo que nos encarnan en un sentido de promesas o recuerdo. Estamos en danza, o en  batalla contra el tiempo, nos adelgazamos en su infinidad y nos hilamos tenuemente a los miles de rostros de las calles, las semanas y también a aquellos que por momentos  se detienen a mirarnos a los ojos.
En la vida somos ecos de instantes, corta puede ser la vida en su magnitud de instante.
En los días de lecturas en el mes de Junio, sentí el fugaz reflejo de la alegría que como una maniobra de luz se cuela entre el dolor y los rostros de los pacientes, las hojas que se imaginan ante los sentidos nublados por los años. 
Ese velo blanco que parte la mirada con el todo de los otros, y hacia dentro se encuentra el jardín de Alicia, o el paraíso recobrado. No se teme, se vibra con la voz. La palabra deambula por la habitación y se ofrece como el soplo a un ave que sentada brota entre silencios  heridas, hay música en la soledad de las manos que no están vacías y que tocan la hoja acariciando la palidez y la tinta. Nunca sabemos dónde termina la historia que empieza con el saludo, nunca entendemos como el diálogo puede llevarnos por la memoria del que escucha y como nos trazan después de la partida. Leer cuando las letras se humedecen en los ojos y el final es cambiado, para hacer sonreír, para hacer encontrar el tesoro oculto de la inocencia que se resiste a morir. Leer para continuar por el camino que algo rompió o por el sendero que bifurcado nos llevó lejos de nuestro bosque al país del cemento y la indiferencia. Leer para abrazar, y tejer al álbum familiar tranquilidad y el bálsamo para beber en tiempos de crisis, para percibir en el otro la forma de su boca cuando habla y nos mira callando.
En el mes de junio, sujeté la fe entre las líneas de mi espíritu,  llevé  en los días la esperanza en páginas leídas y por leer, los libros que siempre cultivan algún fruto perdido que cayó del árbol, o crece en su rama más alta y más noble.
 Algunas personas dicen que uno se va y no se lleva nada a casa porque el trabajo es el trabajo y la casa ha de ser un lugar de encuentro familiar, donde es otra la vida y quizás hasta otros los problemas; pero que tan cierto es, hasta dónde entendemos la dimensión de un oficio como el de hallarnos en un rostro entusiasta, hasta donde comprendemos la responsabilidad de llevar el libro al plano más sensible: el de la voz, el susurro, la lágrima.
En el mes de Junio, muchas personas nacieron, porque como dice la canción Morir es nada, El mes de junio me llevo el color de un beso en las manos, el sabor de un pan de queso traído desde Fómeque, aún me pintan  las huellas de una copla la sangre y el abrazo gentil del que vio en el libro un ser infinito, del que llamo a mis ojos y me limpio con agua encendida de instantes, la brevedad de la vida, y la gratitud por encontrarme en el error de lo aprendido, la soledad y la forma intrincada de la compañía que nos eleva como una golondrina que no le importa el verano o la lluvia, pero traza en su vuelo, un deseo de ser. 
Pienso en mis abuelas y abuelos es cierto que nunca los conocí, o bueno solo a mi abuela paterna, la reconocí en su lecho de muerte, recuerdo que me regaló un mango por cantar un pedacito de una canción que hablaba de un perrito alentada por don Eccehomo, mi padre. 
Qué bonito el olor a mango y la niñez que nada pretende y que todo comprende en su simplicidad. Ahora que la vida me da la oportunidad de tener abuelos, y también se los lleva a otras latitudes, Yo insisto en sentir, en el valor de Leer, de leer para Sanarnos.



                                                                   
                                                                                         Biblioteca móvil de hospital / Estados Unidos, 1940



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